Algo que falta

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No consigo dormir. He apagado el ordenador porque me dolían los ojos y he ido a la cama. Tumbada entre las sábanas azules he intentado dormirme sin conseguirlo. No sé cuantas veces he cerrado los ojos y he vuelto a abrirlos. Cada vez que lo hago me ilusiono de haber dormido un poco y miro el móvil para ver la hora. Y solo han pasado dos o tres minutos.
Después de una hora las sábanas me fastidian terriblemente, mi piel sudada pica al tocarlas. Me levanto y me siento en el suelo con la espalda contra la cama, pero no consigo quedarme parada. Me levanto y voy a la cocina. Tomo un poco de agua pero tampoco el frío en la garganta me ayuda a tranquilizarme. Tengo una extraña sensación, como si me faltara algo fundamental y estuviera desesperada por eso. Al mismo tiempo siento que algo inesperado va a pasarme: mis ojos están a punto de llorar por la larga espera de algo desconocido que me falta.
Intento sentarme, tomo una hoja de papel y mi boli azul para ver si por lo menos consigo escribir la introducción a la charla. Borro cinco pruebas y, mientras miro a la atormentada hoja, mi mano se cae sobre la mesa, desconsolada. Me dejo caer contra el respaldo y cierro los ojos. Esta vez no estoy intentando dormir, sino entender que me está pasando, porque desde hace unos meses escribir me cuesta mucho esfuerzo.
Me suelto el pelo y paso una mano entre los cabellos limpios. Me doy cuenta de que ahora mi piel está fría, y todo mi cuerpo espera, tenso y tembloroso.
¿Qué, qué estoy esperando? Vuelvo a cerrar los ojos y oprimo con los dedos fríos mis sienes.
La verdad es que no tengo nada que esperar . Mi trabajo me satisface y acabo de pagarme mi piso en el centro de la ciudad. Le había dado fin a mi última relación desde hace unas semanas.
¿Qué estoy esperando? Me quedo allí, pensando e intentando no llorar.
Al final me levanto y vuelvo a mi cuarto. Me miro en el espejo y sin ningún motivo empiezo a peinarme. Paso el peine en el pelo dos, tres y cuatro veces. Me doy cuenta de que todo lo que estoy haciendo no tiene sentido, pero lo mismo me pongo un poco de rímel y me sujeto el pelo sin estrechar demasiado el pasador. Vuelvo a mirarme en el espejo y en la cara de la mujer que intenta sonreírme veo la desesperada tensión de la espera. Aunque este es mi último pensamiento, me doy cuenta de que la camiseta de tirantes y los pantalones cortos que llevo me quedan bien, parezco un poco más alta. Pongo las zapatillas en el armario y, después de una última mirada en el espejo, empiezo a andar por el piso con los pies descalzos. El suelo frío me devuelve un poco de calma.
De repente suena mi móvil. Voy a la cocina muy lentamente y contesto sin mirar quién me está llamando.
«Hola.»
«Soy yo. ¿Me abres la puerta por favor?»
Cierro la llamada y voy a la entrada. “Soy yo”. ¿Sabe que su voz no necesita ni una presentación, que la única idea que él esté conmigo me hace temblar de felicidad y al mismo tiempo de miedo? En un segundo penso esto y mucho más; temblo como una niña en una noche de tormenta. En el exacto instante en que pongo la mano en la manija no solo dejo de temer mis posibles errores, sino me doy cuenta de que mi espera se ha acabado. Mi hecho inesperado está detrás de la puerta de mi casa.
Abro. Sonríe.
«Tú tampoco duermes …».
¿Cómo explicarle que llevo toda la noche esperando algo desconocido que me faltaba? No digo nada, pero me descubro a sonreír yo también dándome cuenta de que aquello desconocido tiene un nombre y una cara.
Me desplazo un poco y le hago ademán que entre. Él me mira: «Qué guapa estás.».
Bajo la cabeza. Entra y yo cierro la puerta.
Lleva unos segundos mirándose la manga de la sudadera.
«Quizás hubiera tenido que esperar la mañana …». Me río y él me mira casi asustado.
«Es que llevo toda la noche esperando …». Me interrumpe.
«Algo desconocido que falta.». Lo miro asombrada y el sigue. «No hay problemas con el trabajo, tengo una vida que parece perfecta.».
«Pero no lo es.».
«Pero no lo es. Hay algo desconocido que falta … Faltaba.». Me mira en los ojos. «Puede que ahora las cosas hayan cambiado.».
« Puede que. », sonrío.

Chiara Murgia (2C)

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