Amar en el mar

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(de una historia real)

 

Ella es la clásica surafricana blanca, con ojos negros en los que el mundo arde.  Su familia se trasladó aquí desde hace varias generaciones, pero  ella no da mucho caso a esto. Lo que más le importa es vivir. Su filosofía es  vivir y seguir viviendo lo presente, sin restañar lo pasado ni preocuparse por lo que antes haya podido pasar.  Es linda como el boceto de un pintor : sus contornos bien definidos se encuentran  todos en una sonrisa abstracta sin límites. Sin duda bajo los ojos de nosotros occidentales es una mujer de otros tiempos. Le encanta el aire del mar, con su sabor a sal, y lo que mas le gustan son los pescaditos  frescos con su cristalina piel de plata. Durante mucho tiempo nos hizo creer que en la vida ya no necesitaba otras cosas. Hasta que un día  conoció a un australiano. En seguida los ojos de ambos se capturaron como sólo lo pueden hacer dos imanes y se transmitieron la imagen del mundo que llevaban reflejada adentro. Ella se enamoró tanto de él que cuando regresó  a su casa decidió seguirlo. A natación. Sus amigos no querían creerle. Son personas cultas, profesores universitarios. Pero las leyes de amor no caben en la esfera inmediata de sus intereses. Lo que les asombró no fue la elección del medio de transporte: a ella nunca le gustaron los motores. Ni la distancia que tenía que recorrer: estamos hablando de una campeona, excelente en el estilo libre y de dorso, un poco menos de rana. Pero no lograban comprender que por amor, y sólo por amor, se pudiera alejar tanto de las cosas que siempre le habían ofrecido seguridad y placer.

¿En la literatura no llevamos milenios confirmando que la hembra es una criadura sedentaria? Es verdad que la revolución de los hábitos ha producido chicas dinámicas constringidas a seguir a sus chicos. Pero no a natación. Y sobre todo no por tanto tiempo. Su viaje rodeando la costa duró nueve meses .

Algunas veces, abatida por el viento del mar, temió haberse perdido, y entonces lloraba en el hondo silencio aplastante dejándose guiar por las estrellas.  Cuando al final llegó a Australia y lo encontró él estaba  listo para dejarse amar. Y ella para amar. Para amar en las mareas amargas del mar.                      

(Cada día es más difícil procurarnos maravilla. Sin contar con que ella es un tiburón. )

 

Maria Basso (4F)

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