Con agua delante

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Sed. Sin límites, sin vergüenza. Sed pura, absoluta. No sólo le faltaban unas cosas como los ríos, los lagos, los bosques, los animales, las cascadas. No había entendido todavía que esa sed era física, visceral, algo que no podía controlar, algo que hasta aquel instante no había conseguido aplacar. Necesitaba encontrar el agua de su vida. Necesitaba la verdad, la realidad. Necesitaba tocar con sus propias manos la vida.

Sus padres le habían dado el nombre de Jesús. Pero desde aquel día él se llamaría Álex. Como el conquistador más glorioso de la historia. Si aquel emperador había encontrado la gloria, él también podría aplacar su sed.

Entonces estaba sentado en frente de la estación de trenes de Fairbanks, en Alaska, bebiendo té frío. El invierno acababa de terminar, se estaba bastante bien. Más allá de las casas, se veía una naturaleza incontaminada. Una chica le se acercó: el pelo moreno lo llevaba largo, sus ojos eran como el agua y su cara mantenía la limpieza de la ingenuidad. “¡Hola!”, le dijo. “Yo soy Ellen, encantada. ¿Tú quién eres?” “Me llamo Álex” “Álex…, no eres de aquí. Tu acento suena a español. ¿Qué haces aquí?” “Estoy buscando algo que aplaque mi sed.” “¿Por qué tienes sed, Álex?” “Porque en mi país no encuentro agua que calme mis deseos, ni lago bastante grande para mi alma, ni cascada que no me parezca baja. Todo esto yo estoy buscando.”

Se miraron. Álex tenía muchas ganas de irse hasta sus ríos y sus bosques. No sabía que Ellen también las tenía. No sabía que estaba naciendo algo especial en sus corazones. No sabía que el agua que había estado buscando toda su vida estaba en frente de él. Ni sabía que el futuro le reservaría todo lo que deseaba.

Jan Budzejko (3E)

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