Llega septiembre, la parte joven de Europa se desespera. Hay que volver a levantarse temprano, pasar horas y horas estudiando y haciendo tareas. Los adolescentes italianos, españoles, franceses y mucho más han terminado el descanso; ya no es la hora de irse de fiesta en fiesta cada noche, quedarse hasta la madrugada escuchando música en la playa y quedar con amigos a cualquier hora. Pero como cada etapa en la vida tiene su lado bueno, también volver al instituto lo es. Poder volver a ver esos compañeros de clase que tanto odias, pero al mismo tiempo soportas y extrañas. Conocer los nuevos profesores, volver a escuchar las lecciones de los viejos que tanto te apasionan a su asignatura. Descubrir y aprender cosas nuevas de cualquier tipo: desde aburridos ejercicios de matemáticas hasta que sí, eres capaz de hacer una vertical en el gimnasio. Pasar horas a reírse con tu vecino de banco, intentando estudiar la lección para el día siguiente. Quedarse callado cuando la profesora te grita porque hay que seguir la lección o si no no vas a aprobar el primer examen de cuatrimestre. Todos aman el verano, no hacer nada todo el día, broncearse hasta quemarse y comer helados en buena compañía, por eso, como aprovechamos de esos momentos, tenemos también que hacerlo en el colegio, porque aunque a veces no parezca, somos muy afortunados de poder volver cada comienzos de septiembre.
Claudia Brizzi (4E)