Si te encuentras en un refugio en la montaña a 2600 metros, en un lugar perfecto para esquiar, con tus familiares -amantes de este deporte- y un primito de apenas cinco meses, es muy probable que te toque cuidar al niño.
Para empezar tienes que tranquilizar a la madre del bebé, ansiosa, y asegurarle que puede irse sin mayores preocupaciones. Y por si hubiera problema, te dejan un teléfono y un walkie-talkie para comunicarte con ellos.
Ahora que estás sola tienes que ocuparte del niñito. Si tienes suerte, él aún está durmiendo. Por lo tanto, puedes leer, escuchar música o hacer tus tareas. Lo mejor es escuchar música. Ponte los auriculares con el volumen al máximo, siéntate en el sofá y relájate. Después de un poco de tiempo es probable que oigas el llanto de un bebé llegar desde la cuna. Si te quitas los auriculares te darás cuenta de que el llanto es muy fuerte y hace bastante tiempo que el niño se ha despertado. Tienes que calmarlo, hacerle reír y ponerlo en su sillita para comer.
Armados de paciencia y con una cucharita, preparaos a empezar la batalla. Para llegar a la victoria más rápidamente puedes recurrir a diferentes trucos. Mi consejo es el de hacerle reír con muecas o sonrisas y aprovechar de la boca abierta por las risas para darle de comer.
Ahora tienes que cambiarle el pañal. Apóyalo sobre una toalla en la cama, ábrele el pijama y quítale el pañal. En ese momento el teléfono suena: es tu mejor amiga, que te llama para contarte todas las novedades más importantes de los últimos días. Empiezas a hablar con ella y a contarle todo lo que te ha pasado durante el mes. Te olvidas completamente del bebé.
Una hora más tarde oyes una risita proveniente de la cama en el dormitorio y te acuerdas de tu pimo. Te despides deprisa de tu amiga y corres hacia la cama, pero es demasiado tarde. Ves una fuentecilla que de las partes del niño moja toda la cama de tus tíos. Desesperada, tomas al bebé y lo pones en su sillita; quitas la toalla y las sábanas, las lavas y esperas que se sequen. Cuando están secas, las vuelves a poner en la cama.
Ahora que solucionaste todos los problemas, te puedes relajar. Mientras esperas que vuelvan sus padres, lo dejas con sus juguetes, le hablas un poco, lo tomas en brazos, le haces pasear por el cuarto. Entre una y otra “operación” puedes dedicarte a tus intereses. A la típica pregunta “¿cómo te fue?” responderás: “Nos divertimos mucho juntos…”
Camilla Romeo (2E)