Hace muchos años en Anatolia vivía un general noble y valiente, al que por su valor y sus éxitos conseguidos en las batallas todos amaban y respetaban. Era también, y sobre todo, un hábil caudillo naval, así que sus más grandes empresas habían tenido como escenario la mar y habían sido actuadas con su gran flota, temida por todas las demás.
Sin embargo, un día que fue al oráculo de Túnez, del que había oído hablar tanto, recibió la profecía de un final inesperado: justo en el agua, que había tenido un papel muy importante en su vida, habría encontrado su muerte. Trastornado por esta revelación regresó a Anatolia y desde aquel momento evitó cualquier contacto con todo lo que tenía que ver con el agua. Así transcurrieron muchos años, durante los cuales el general, viendo que no ocurría nada, había empezado a dudar de la profecía del oráculo.
Un día desembarcó en las costas de la ciudad un navío de comerciantes. Uno de ellos llevaba consigo mismo a su hija Filomena, de increíble hermosura. Andando una mañana cerca del mar, el general vio a la chica y se enamoró tanto que le pidió como esposa a su padre, el cual aceptó muy feliz.
Filomena y el general transcurrieron años felices juntos, pero algo habría roto su tranquilidad y habría acercado al protagonista a su destino: una mañana el general decidió dar un paseo a lo largo de la costa para ver otra vez sus navíos; cuando llegó allí vio a lo lejos en el muelle a Filomena abrazada con otro hombre con la cara cubierta. La ira no tardó mucho en llegar y, acercándose a los dos, golpeó al hombre en el pecho con un puñal, matándolo. Filomena, horrorizada, dijo: “¿Qué has hecho? ¡Has matado a tu hermano!” e, inclinada sobre el hombre, le quitó el capuchón. El general reconoció a su hermano, que tanto amaba, y, turbado, se apuñaló y su cuerpo cayó en la mar, realizando el destino profetizado mucho tiempo antes por el oráculo.
Este fue el final del gran general y sus funerales fueron los más fastuosos jamás recordados.
Lisa Losapio (4E)