Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984)
De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso del parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván, y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entre el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor, y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor, y en una cabina donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo, y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.
Da una lettera dimenticata sopra un comodino, parte una linea che corre sull’asse di pino e si cala giù per una gamba. E’ sufficiente osservare bene per scoprire che la linea continua lungo il parquè, risale il muro, entra in una stampa che riproduce un quadro di Boucher, disegna la schiena di una donna posata su un divano e infine scappa dalla camera attraverso il letto e seguendo il parafulmine scende in strada. Qui è difficile seguirla a causa de traffico intenso, ma con un po’ di attenzione è possibile scorgerla salire sulla ruota dell’autobus posteggiato in un angolo diretto al porto. Là scende attraverso la calza di nailon della passeggera più bionda, entra nel territorio ostile delle dogane, si arrampica, striscia e zigzaga fino al molo principale, e qui(ma è difficile starle dietro, solo i ratti la seguono per salire a bordo), si imbarca sulla nave dalle rumorose turbine, corre sulle passerelle del ponte di prima classe, evita con difficoltà il boccaporto principale e, in una cabina dove un uomo triste beve cognac e ascolta la sirena della partenza, risale lungo la cucitura del pantalone e scivola dall’impeccabile gliè fino al gomito, e con un ultimo sforzo trova rifugio nel palmo della mano destra, che in questo istante comincia a chiudersi sulla culatta di una pistola.
Traduzione a cura di Maria Basso (2F)