Las noticias bonitas hoy en día han pasado de moda. Quizá nunca lo hayan estado. Un artículo interesante creo que sólo podría empezar así “el lunes 19 de abril, a las tres en punto, entró en el aula meeting del Umberto I, donde tenía lugar una conferencia sobre la poesía moderna española, un enorme dinosaurio”. El único problema es que, por una vez, la noticia no tiene ninguna escandalosa sorpresa, y el enorme dinosaurio nunca entró. Sólo entramos nosotros: los alumnos y los profesores. Después de algunos instantes salió de una pequeña pantalla el escritor español Matías Miguel Clemente que empezó, como en un esfumado sueño, a hablar con nosotros de su oficio, dejando en el aire invisibles parcelas de amor, las que aunque sabemos que mueven el Sol y las demás estrellas no nos tocan de manera particular. La razón es simple: no las podemos ver, entonces no forman parte de la esfera inmediata de nuestros intereses.
Gracias a su disponibilidad, tras una lectura de algunos de sus poemas, enseñándonos una historia que bien puede ser la nuestra, se prestó a la forma de hablar que más escasea en estos períodos: el diálogo.
El encuentro del otro día no tuvo como protagonistas varios idiomas que hablaban uno encima del otro, sino varias orejas que escuchaban en silencio las razones de la contraparte. Situación extraña si se piensa que la palabra diálogo, aspirina existencial que evita las guerras y favorece la armonía, hoy en día es una palabra que pertenece al aire semántico de los sueños roídos: aquellos vocablos llenos de sugestión, que a fuerza de ser ensuciados de manera perezosa pierden consistencia convirtiéndose en cajas vacías. Tras una charla y otra, el tiempo no se olvidó de correr. El primer encuentro de la primera semana de español en Turín estaba a punto de terminar por primera vez. Al final, cuando el sueño se terminó, el escritor -como todos los personajes gentiles de nuestra imaginación-, con perfecto respeto regresó a la pantalla y volvió hacia su propio camino. Entonces nosotros también tuvimos que regresar a nuestra realidad. Nos despertamos y delante de nuestros ojos apareció un enorme dinosaurio.
Maria Basso (3F)